La vainilla es un agradable y aromático afrodisíaco, y puede poseer una mágica influencia en la energía física así como en el amor. Las viejas doctrinas totonacas cuentan que Xanat, la joven hija de la diosa de la fertilidad, amó a un joven totonaco. Incapaz de casarse con él, debido a su naturaleza divina, se transformó en una planta que proveería de placer y felicidad. Se convirtió en la orquídea de la vainilla para que ella pudiera amar por siempre al ser humano y a su pueblo. La gente de la región aún celebra el festival de la vainilla al final de la cosecha con danzas y banquetes.

Su olor delicado así como su suave y exquisito sabor la han colocado entre una de las plantas más codiciadas, cuando de confección de licores y dulces se trata. Su uso más difundido es como aromatizante y saborizante. Tanto en la cocina como en la aromaterapia, la vainilla es un ingrediente que no puede faltar. Además es común que la esencia o concentrado de vainilla se utiliza como base para hacer perfumes.

Todos conocemos su aroma, dulce sutil pero penetrante. Su aroma es cálido y dulce. Era el afrodisíaco de los indios precolombinos considerado digno de los dioses. Se cree que es afrodisíaco porque su aroma nos recuerda el de la leche materna. Hay varios estudios de laboratorio que demuestran su efectividad. Su efecto afrodisíaco era utilizado por los hindúes, quienes hacían uso de su dulce fragancia para crear un ambiente propicio para una relación sexual exitosa y deliciosa. Su esencia o sustancia que es sacada de los frutos tiene un poder relajante, que facilita el dejarse llevar por la pasión.