La miel, néctar de afrodita, dorado tesoro de la tierra, resultado del alma de las flores y el trabajo de las abejas, ha servido para endulzar la vida mucho antes del descubrimiento del azúcar. Su sabor y aroma dependen de las flores donde han libado las aladas obreras. Entre las innumerables virtudes que posee la miel está la de ser un buen afrodisíaco, no solo porque mejora la salud en general, sino porque también ayuda al organismo a estar más saludable en este aspecto. Su reputación como afrodisíaco es extensa: los novios van de “luna de miel” y en muchas culturas es parte de la ceremonia y del ágape matrimonial. El alto contenido de de vitamina B, C y minerales del polen estimula la producción de hormonas sexuales. Reaviva instantáneamente a los amantes agotados, porque el cuerpo la absorbe en un tiempo mínimo. Avicena, el célebre médico árabe, cuyas recetas se usaron durante varios siglos durante la Edad Media, recomendaba miel con jengibre para la impotencia. Se usa en la preparación de dulces sensuales, mezclada con nueces, coco, leche, huevos, especias, etc. Se supone que las secreciones femeninas durante ciertos días del ciclo menstrual, saben a miel.
El uso constante de la miel en la alimentación, y sobre todo para endulzar alguna tisana tónica y afrodisíaca, dará resultados muy satisfactorios. Hay muchas culturas que lo utilizaban y lo utilizan para sus diferentes placeres, entre ellos los sexuales. Según los hindúes, el poder afrodisíaco de la miel es tan intenso que los sacerdotes deben abstenerse a consumirlo. Los antiguos romanos, en sus relaciones amorosas, acostumbraban tomar una bebida de satureja hortensis endulzada con miel. Y es más: en los harenes, el placer de los sentidos estaba continuamente estimulado con miel, interna y externamente. Por algo se lo llama néctar de los Dioses.
El rey Salomón le cantaba a su amada: Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa mía, miel y leche hay debajo de tu lengua, y el olor de tus vestidos como el olor de Líbano.
(Cantar de los Cantares 4:11)
La miel tibia sobre el cuerpo se presta para muchos juegos eróticos. Cleopatra preparaba una mezcla de miel y almendras pulverizadas para embellecer su piel. Julio Cesar y Marco Antonio engordaron a su lado, no solo porque abandonaron la ruda vida de los cuarteles por los lánguidos placeres de la corte egipcia, sino porque se aficionaron a lamer el postre de la copa íntima de esa reina seductora.